martes, 6 de mayo de 2014

Lolitas

La historia es protagonista de pequeños acontecimientos que logran causar gran sensación en los ojos de algún lector, de algún curioso de las letras que diversifica la imaginación a través de los pasajes o paisajes relatados sobre ciertas personalidades o corrientes que contribuyen de una u otra manera a la cultura social del mundo; por esa razón, decidí que escribir sobre los 3 tipos de Lolitas en el siglo de este acontecimiento de gran interés personal, quisiera hablar de un nombre picaresco lo mires por donde lo mires, aunque es claro decir que la picardía a la que me refiero no sólo está enfocado por el ámbito sexual, que lastimosamente la gran mayoría está acostumbrada a tomarla como referencia principal de algo, tan igual que a la palabra amante. En este caso específico digo picardía porque tanto para los libertinos como los liberales y también conservadores pueden tomar con picardía el nombre de Lolita, según cómo se lo mire. Yo en este caso tengo tres ejemplos:

La Primera Lolita: es la de la novela del autor ruso Vladimir Nabokov, cuyo nombre sirve para denominar a las mujeres muy jóvenes que han despertado sexualmente a su corta edad, creando una morbosidad en los hombres por el deleite de la ternura sexual de las niñas. Algo que se ha dado a lo largo de la historia, en diversas culturas, como una cosa normal o una aberración; ya que si nos remontamos a la historia de diversas poblaciones, comunidades o culturas, observaremos que en algunos lugares una persona adulta se podía casar e incluso sólo tener relaciones sexuales con una niña o mocosa y se consideraba el acto como una violación; con el paso del tiempo en algunos lugares o culturas esto cambio y pasó a ser una aberración, un delito, una enfermedad y se castigó, se penalizó; pero, como el tiempo pasa y las culturas cambias y los placeres a veces ganan, porque son más fuertes los instintos que la razón, pasaron o volvieron a ser algo normal gracias a las leyes, leyes que contribuyeron a que cierto acto se considerara como parte de la normalidad de la convivencia social.

La Segunda Lolita: es la subcultura de origen japonés, un movimiento social que empezó a surgir a finales de los años 70, inspirado en la época Victoriana, Edwardiana, Rococó y Barroco de los siglos XVIII-XIX, pero este está mesclado con las ideas juveniles, nace de manera ideológica, como ideas entre las mujeres jóvenes; ya que en la cultura japonesa tradicional a la mujer se le impone el rol de atender a su marido por sobre todas las cosas, la jóvenes huyen de los convencionalismos dictados originando diferentes movimientos estéticos alternativos. Y a pesar de que la mujer japonesa joven adopte esta moda como modo de expresión o rebeldía ante el conservadurismo japonés, Lolita no significa lo mismo que significaba en occidente gracias a la novela del Ruso Nabokoy, sino todo lo contrario: inocente, femenina, como una princesa, niña, mujer o dama. 

Y, por último, La Tercera Lolita: Es nada más y nada menos que, una mujer excepcional, flamante novia y venerable esposa de un hombre fuera de serie, que siempre supo decir la grandeza de sentirse amado por ella en cada una de sus productivas obras profesionales como personales, intelectuales como espirituales, y este hombre no es nada más y nada menos que el gran médico que revolucionó la medicina española y los campos de investigación de todo médico, don Gregorio Marañón; pero, esta vez no hablaré de él sino de su mujer. De Lolita Moya, una mujer, que quizás ha pasado muy silenciada, de la que conozco muy poco, quizás simplemente a través de los escritos de su esposo cuando hace referencia al comportamiento digno de una mujer, de una verdadera dama, de una venerable esposa, de una admirable compañera, de una mujer complemento de felicidad para vivir amando por ser amado, de una mujer que simplemente produce tener envidia al personaje de Gregorio Marañón, quien –creo– dada a entender la comprensión de lo que quería decir Santiago Ramón y Cajal en el libro Reglas y Consejos sobre Investigación Biológica: Los Tónicos de la Voluntad: “En suma: como norma general, aconsejamos al aficionado a la ciencia buscar en la elegida de su corazón, más que belleza y caudal, adecuada psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto modo, complementarios de los suyos. No escogerá la mujer, sino su mujer, cuya mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial aceptación del ideal de vida del esposo.” El cuál –considero que – Dolores Moya supo ser para el doctor Gregorio Marañón: "La señorita hacendosa y económica, dotada de salud física y mental, adornada de optimismo y buen carácter, con instrucción bastante para comprender y alentar al esposo, con la pasión necesaria para creer en él y soñar con la hora del triunfo, que ella disputa segurísima. Inclinada a la dicha sencilla y enemiga de la notoriedad y exhibición, cifrará su orgullo en la salud y felicidad del esposo. El cual, en lugar de reconvenciones y resistencias, hallará en el hogar ambiente grato, propicio a la germinación y crecimiento de las ideas. Y si, por fortuna, sonríe la gloria, sus fulgores rodearán con una sola aureola dos frentes gemelas. ¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque, gracias a sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento, hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa.”

Y –pienso que - fue así que fue Lolita Moya desde novia hasta esposa, según lo poco que pude leer de ella en el Epistolario Inédito Marañón-Ortega-Unamuno y Gregorio Marañón: Radiografía de un Liberal, ambos libros de Antonio López Vega, gran estudioso marañoniano y subdirector del Instituto Universitario de investigación Ortega y Gasset de la Fundación Ortega-Marañón y como indica Aurora Lezcano en su artículo: Adiós a Lola Marañón en el diario El País de fecha 29 de octubre de 1976: “Marañón tenía a su mujer como enfermera y colaboradora máxima. Ella se levantaba de noche con él hasta el punto que le decía: «¿Qué día hace hoy Lolita?» y Lolita le contestaba: «Espera a que amanezca...» Ella escribía todos los planes de sus enfermos, ella le ayudaba en todo... Se quisieron siempre, hasta el punto de que, poco antes de morir, el doctor le dejaba papelitos escritos cuando iba a trabajar al hospital del caserón de San Carlos, hasta que volvía a almorzar y comenzaba de nuevo la consulta en su casa... Lo más admirable de doña Lola es que sostenía a toda la familia en su unión y su fuerza; era el nexo, para hijos, nietos y bisnietos... Pero lo, mejor era el amor, que siempre conservó por su marido. Cuando él murió, fuimos a verla y decía entre lágrimas: «Era mi marido, mi amigo, mi todo...» Y así fue. El hombre que fue «su todo», el gran clínico, el intelectual, el marido de una sola mujer... a la que dejaba papeles amorosos hasta más de los setenta años. Pero ella debió estar siempre unida a él, nunca quiso que la llamaran «viuda de Marañón» sino «Dolores Moya de Marañón». Nunca se consideró viuda, sino siempre mujer de aquel gran hombre. Ella le ayudó en su exilio de París a buscar en los archivos de Francia datos para su obra sobre Felipe II y Antonio Pérez. Allí, sin calefacción, con una manta sobre las rodillas, ayudaba a su marido a encontrar fechas, nombres, documentos. No sabemos que conversaciones secretas tendría con su marido una vez que él ya no estaba en este mundo... Ella, a partir de la muerte de Marañón, se dedicó a sus hijos, nietos y bisnietos, que la cuidaron hasta sus últimos momentos.

No existen ya españolas [o mujeres del mundo] de este calibre; mujeres de sus maridos, amantes de sus maridos, colaboradoras de ellos en todas las cosas, que adoran a sus hijos, que procuran tenerlos unidos y ser auténticas madres de ellos. Lola Moya, hija de otro gran intelectual, fundador de un gran periódico, casada con uno de los más esclarecidos españoles, fue también una mujer excepcional.”

Como hemos visto, existen diversos tres tipos de Lolitas: Las primeras, las que quieren ser maduras pero que sin embargo no lo son, pensando que la vivencia sexual es la que nos brinda, a las personas adulta, la madurez; las segundas, las que quieren armar una revolución de moda contra el sistema para liberarse de la opresión conversadora, pero manteniendo la ideología de princesas o damas, aunque quizás –digo quizás porque la información sobre la moda lolita es muy poca pero creo que según lo que vi en la fotos las lolitas de la moda andan consciente o inconscientemente- provocando de una u otra forma al libido masculino que siempre está en auge por las testosteronas que no saben aprovechar en un buen desgaste de energía laboral o de productividad social, –porque como diría Gregorio Marañón en su publicación Sexo y Trabajo en la Revista de Occidente en diciembre de 1924:– “el trabajo es una función de orden sexual, un verdadero carácter sexual, como dicen los naturalistas.” Por lo tanto, – como dice el dicho popular:– “La ociosidad es madre de todos los vicios” y, por eso, hay que saber aprovechar nuestros tiempos de ocios para la productividad familiar, social, científica o de lo que sea pero no desperdiciar la vida ni mucho menos terminar diciendo como Amiel: “Al lado de lo que la imaginación se figura y promete, la realidad es poca cosa.”; y por último, tenemos al tercer tipo de Lolita, aquella que viene a ser – como mencionaría Marañón en el Libro dedicado a Henri-Fédérich Amiel – “una mujer diferenciada, mujer con su nombre y apellido, con su documentación biológica [y psicología] en regla, de espíritu exquisito”, simplemente, una mujer excepcional, tal y como lo fue Dolores Moya para Gregorio Marañón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Un Dulce Forma De Hablar de Política"

Después de haber tenido algunas series divagaciones con algunas personas conocidas, desconocidas, extrañas, raras, fenómenas y demás -d...