miércoles, 4 de junio de 2014

El Ministerio De Cultura Sin Cultura

19:47 horas del día 03 de junio de 2014, hace 15 minutos estaba medio dormido, con los sentidos atentos por si alguien pasaba, llevo con ellos 47 minutos esperando, y aún siento que seguiré esperando...

Tengo una entrada en la mano, para la lo mejor de la Zarzuela, a las 19:00 horas, ingresé faltando tres minutos para la hora indicada, me atendieron con total tranquila en el ingreso del teatro... y no me dijeron nada, sólo pase. Ningún trabajador informó nada y tampoco jamás hubo un puto aviso, durante todo el tiempo transcurrido, y por un momento pensé que aún seguíamos en el gobierno de Toledo, en la hora Cabana... Se me jodió el hígado... y me dije: Vaya Cultura la del Ministerio de Cultura!...

Para ese momento yo ya tenía el hígado entre las manos, me habían malogra la función al presentar "impuntualidad", y eso no me permitió disfrutar de la bella representación artística, y me dio un desastroso concepto de la comunicación y organización de tan "venerable ministerio"...

Acaba de pasar una vieja de esas que te piden permiso como si fuera una orden, como si fueras su esclavo, con una mirada de desprecio o asco, que te da ganas de tirarla al abismo... pero, como no puedo hacerlo, no tengo instinto asesino, por ello, sólo me acuerdo de sus padres, familiares, amigos y maestros, que pueden, como no pueden, tener la culpa de ese ser así de la vieja que acaba de pasar... Su actitud, me produce asco, repugnancia, se cree una vieja refinada, fina, delicada, vamos "una dama", cuando sólo llega a ser una señora de edad, -según lo que pude apreciar en sus actitudes al pasar- es una vieja que me hizo pensar: ¿Por qué carajos esa necesidad de aparentar que se tiene? Fácil, esa sensación de poder que tiene el hombre adherido a su instinto hace que uno se sienta menos, poca cosa, cuando va con unos trabajos que están fuera de moda y que no lucen como nuevos ni hay joyas que engalanen... Y -como yo estaba fastidiado puede ser que me haya imaginado ver así a esta vieja, pero dudo... porque hasta logré oír que otra señora le decía a su esposo, este que se viene a dormir de cansancio- me dije: Si ésta señora se da de refinada, de las populares mujeres pitucas de la capital, entonces ¿por qué carajos no se compra una entrada en donde las de su clase deben estar y deja de estar en el grupo de las entradas más baratas? -Ya se imaginarán cuánto ardía mi hígado.

Y así, mientras esperaba por primera vez, disfrutaba del concierto mercantil en el teatro... Nunca había escuchado tanto chismorreo por aquí y por allá. ¿La gente no puede conversar para sí misma?

Si lo ves o imaginas o lo que quieras, estoy enfadado, desesperado, por el tiempo y el ruido y aún no empieza, porque como buen ser puntual -cuando me da la gana- cogí un taxi saliendo de la oficina, le hice poner alas, llegué con cinco minutos de tiempo, subí y esperé más de 55 minutos ya... y me pregunto: ¿Para qué pedí que se convirtiera el taxi en cometa? Sólo para hacer llorar a mi billetera improductivamente. Son las 19:57 y dicen que ya va a empezar... Tres minutos después invitan a hablar a la presidenta de la fundación beneficiada con las entradas, cuando te malogran el hígado con una hora de espera, te da igual muchas cosas, se disculpó por el error de imprenta... recién... y dijo que se habían vendido todas las entradas con éxito, y miré rápidamente el teatro y pues habían muchos espacios vacíos... ¿habrán sido de los que se han ido? Fin... empezó la función... no la disfruté tanto, porque ya había sufrido el martirio de la incomodidad y vaya incomodidad, una grande porque siempre aplico aquel aviso publicitario de ese banco tan peruano que es capaz de decirte en tu pelada cara: Mi Tiempo Vale Más Que Tu Dinero....


martes, 3 de junio de 2014

Los Amigos Los Vecinos Los Enemigos


Después de una larga temporada postsanvalentina, he concretado que lastimosamente no me siento en la capacidad del alcanzar nunca más la hipocresía –y espero que así sea–; por eso, para evitarme estar hablando uno a uno, decidí escribir este artículo, con la finalidad de plasmar mi corazón en él, para dar a conocer mi pensar sobre la amistad.

Hace poco –mientras pensaba, redactaba y corregía las palabras para mi gran decisión matrimonial y paternal a la adopción final de una vida escritural– pensaba en todas aquellas personas que alentaron mi seguir escribiendo –desde la chica del primer beso, que no sé quién habrá sido pero que cuando te has inyectado romanticismo al ser queda una nostalgia del cómo habrá sido y te remontas a un beso que no sabes ni de quién fue ni si fue cierto, como si lo estuvieras viviendo en ese preciso momento, hasta la niña del último beso, que brilla como una preciosa Estrella; desde la mujer que me miró sin intención de nada, tan igual como yo a ella, hasta la que en mi conciencia gritaba levántame la falda; desde las locuras poéticas, abordadas sin letras, hasta las más enamoradas líneas, desangradas como una lágrima de felicidad o tristeza en un papel–; y me puse a hacer un recuento de todas ellas y de los amigos, entre las ganas de tomarme un trago con alguien a quien mirar a los ojos y poder conversar de todo un poco –sin la necesidad de rasgarse vestiduras ni rasgarlas, sin las malas interpretaciones ni las exageraciones y sin los hermosos alados (halagos que vuelan y se regocijan) que nunca faltan, esos que te hacen volar desde esta tierra hasta el limbo (y, a veces, hasta el mismo infierno) sólo para robarse una sonrisa a sí mismos y quizás también a uno (o, caso contrario, desde la tierra al purgatorio, y luego, hasta al cielo) dejando tu re-puta-acción por los suelos (o por el ego) y que te producen el deseo de regalar un viaje bien lejos, pero no al cielo (o quizás sí, todo depende de los ánimos que se tenga en ese momento, por lo que quizás se podría regalar el viaje a unos paisajes bellos), sino, a algunos cuantos metros con un fardo para que éste se asfixie en silencio por si algún día lo vuelves a encontrar de nuevo– para conversar libremente como amigos y compartiendo las cuestiones de la vida diaria hasta más allá de las cosas comunes y corrientes; es decir, de todo un poco.

Cuando finalicé el recordar, me dije: Qué es ser amigos? Cuántas clases o tipos de amigos hay?

Para mí, la amistad es como toda relación amorosa –pero claro, con sus diferencias de aplicación– porque requiere afectos, atenciones, cuidados, preocupaciones, intercambios y demás cosas; y todo esto debe ser de forma mutua sino es cualquier otra cosa, menos amistad. Pero, llegar a un verdadero nivel de amistad no es fácil porque requiere lograr una adhesión espiritual de la otra persona a nuestra vida, de forma complementaria para nuestro ser, porque hay que construir una unión, una relación, un trato de hermandad que no es fácil –por más que los fanáticos de la religión te vengan diciendo siempre que todos somos hermanos y hasta te llamen así, no es así–, la amistad verdadera, la que te hermana con la otra persona es una relación amoroso (o afectuoso o como quieras llamarla) entre dos personas que deciden compartir momentos de su vida y apoyarse en las buenas, las malas, las mejores y las peores, y demás; siempre para un bien personal como comunitario. El final siempre es el mismo –aunque sé que existen casos donde algunas veces se supera la hermandad y se comete incesto con alguna hermanita espiritual–, el final siempre es el mismo, la formación de un lazo espiritual que nos permite adherir a la otra persona a nuestro círculo de personas importantes de nuestra vida, al mismo nivel del círculo sanguíneo, sin hacer distinción entre el hermano sanguíneo y espiritual. A esta hermandad yo le suelo llamar: Ser verdaderos amigos, porque es la única amistad que me gusta conservar y que espero seguir conservando, porque considero que la verdadera amistad es tan valiosa como amar a esa persona con quien compartirás todo lo que te queda de vida.

Pero, tampoco pretendo ser –como me dice mi madre– hitleriano. Comprendo que todos tienen una visión diferente de la amistad; por esta razón, en estos días pensé que sería bueno no ser tan dictador y, por tanto, podría catalogar a mis amigos y a los conocidos que tengo, con un cierto título que me ayude a diferenciar el tipo de amistad que poseo con alguno de ellos. El primero de todos, son los del grado de hermandad, a los que puedo contar con la palma de mi mano. El segundo, son los del intercambio de gustos, disgustos e intereses personales, a los que también puedo contar con la palma de mis manos. El tercero, son los aliados o de relaciones de sociales, aquellos con los que he compartido algún determinado momento para ganar un buen recuerdo, los que suelen ser muchos y de acuerdos a los diversos grupos sociales que he frecuentado, pocos. El cuarto, son los conocidos, esos que saludas porque los conoces por alguna razón o circunstancia pero que no alcanzan ser ni un amigo de interés ni un cómplice de nada; pero, que alguna vez intercambiaste algunas palabras; y como no se escucha tan bonito decir conocido terminas diciendo es un amigo –y quisiera, a este último grupo separarlo en dos: uno, el de los conocidos que te cruzas en el barrio o en alguno de los grupos sociales que sueles tener; y dos, el que es esa especie de fan o seguidor, que por no querer hacerle sentir mal o avergonzado terminas diciendo: ah, es un amigo.

Y, hoy y otros días, al hacer este repaso, me doy cuenta que a veces he sido hipócrita por querer evitar el dolor de chocar y hacer chocar con la realidad, usando correctamente las definición correspondientes en cada nivel de amistad. Yo sé que lo más fácil es decir él es mi amigo o ella es mi amiga, generalizando la amistad como si estuviéramos diciendo es de día o es de noche; pero, no es bonito andar lastimando a la gente, asesinando sus ilusiones de “amistad” –y es entre comillas porque una amistad relativa, superficial, es una amistad vacía– regalando un término incorrecto, definiéndolo cómo realmente no lo vemos; por eso, lo mejor que podemos hacer –si es que tenemos conciencia – es no ilusionar a la gente y enseñarles a que la verdadera amistad se cuida, se valora, se aprecia, se cultiva, se dignifica y no se toma como un objeto que se coge cuando se necesita usarlo.

Considero que la sinceridad es la fuente principal de toda relación y, por tanto, en la amistad –sea cual fuere el tipo que sea– si no es sincera, no hay amistad, –y para mí–es cualquier otra cosa, menos amistad.

En mi caso, en los últimos tiempos, he venido practicando ser liberal, no de esos zopilotes que se hacen llamar liberales; sino, de esos – de aquellos de los tiempos antiguos –, de esos que están dispuestos a entenderse con el que piensa de otro modo y que no admite jamás que el fin justifica los medios.

Y por lo que has podido observar, escribí este artículo como un acto de conciencia por todos esos fraudes cometidos en las relaciones sociales a lo largo y ancho de mi vida, el cual cada día trato de ir evitando, porque la amistad es uno de los tesoros más grandes que tiene toda persona al vivir en sociedad como para andar desperdiciándola con superficialidades y falacias, las que suele tener el vivir el día a día simplemente porque se termina la noche y comienza la rutina. Al final tenemos nuestra propia vida llena de hipocresía, empezando a ser hipócritas con nosotros mismos, fingiéndonos una falsa amistad en la conversación con el yo para fomentar el orgullo al ego sum, sin darnos cuenta que somos los primeros promotores de la hipocresía y que muchas veces tenemos la sinvergüencería de reclamar a los demás por esa hipocresía, a pesar de ser hipócritas para con nosotros mismos, al mentirnos y no sincerarnos en el actuar y pensar.

Yo sé que a muchos les dije que le daba mi amistad sincera, y fue así, esa fue mi intención en primera instancia; pero, como dije en reiteradas ocasiones, a mí no me gustan los adornos, a mí me gustan los amigos, a muchos de los adornos los eliminé de mis cuentas personales, quien quiera que me siga y quien no, pues que no lo haga. Por otro lado, como dije al principio, una amistad es como una relación amorosa, se cultiva y se cuida, se intercambia, se entrega uno al otro para preocuparse por la otra persona y por nosotros mismos, en conjunto y en soledad; por lo que a todos aquellos que podrán darse cuenta que ya no les saludo, frecuento, converso o tengo en mis contactos, sabrán que simplemente se quedaron como esos conocidos de última fila de mi categorización de amigos. Fue un gusto haber conocido a cada uno de ustedes, siempre he aprendido algo nuevo o he recordado algo ya olvidado. Y no es que intente ser soberbio, ni nada por el estilo; simplemente, quiero ser cada día mejor y cada vez más sincero para conmigo mismo y para con los demás. Gracias a todos y hasta algún otro momento.

Atentamente:

Este Pobre Mortal.

@Macv Chávez

"Un Dulce Forma De Hablar de Política"

Después de haber tenido algunas series divagaciones con algunas personas conocidas, desconocidas, extrañas, raras, fenómenas y demás -d...