miércoles, 30 de abril de 2014

Hombría Confesa

Son las cinco de la mañana del día 26 de abril de 2014, un fabuloso día, una madrugada espectacular, entre la falta del sueño y todas las cosas hermosas de la vida; con la asombrosa admiración de la belleza del análisis humano, entre el recordatorio de palabras de diversos libros, como los Retos de la Educación en la Modernidad Líquida, entre mi anhelo de ahondar más en ser simplemente ese ser que soy yo, lo que Bauman –en el mencionado libro –diría que es la “receta del éxito” (ese “ser uno mismo”); entre el recordatorio de Sócrates, el que Unamuno menciona en Diario Íntimo, cuaderno 1, “Conócete a ti mismo.”- agregando palabras de San Agustín, del libro Confesiones X-3, - “Pero si os oyeran de ellos mismos, no pudieran decir: El Señor nos engaña, o esto es mentira. Porque oír ellos lo que decís de ellos mismos ¿qué otra cosa es sino conocerse a sí propios?”, lo que me invitaría a aprender a distinguir lo que menciona Javier Guix en Ni me explico ni me entiendes, que “las emociones son intensas pero breves; [que] los sentimientos son una mar de fondo estable y también son más duraderos”, pudiendo así, en mi caso como hombre, aprender a distinguir claramente lo que es ser un hombre verdaderamente viril, sin caer en ninguno de los dos extremos que estudiaría Gregorio Marañón, uno mejor que el otro pero no buenos ejemplos; cuyo primer ejemplo nos lo comenta en Notas para la biología de Don Juan, de quien dirá: que “es el mito de la falsa virilidad o de la virilidad cuantitativa”, aludiendo a esto un golpe fuerte a la cultura: “el hecho es que el hombre ha venido siendo educado en el culto estúpido de su sexo, con la complicidad de sus maestros y directores espirituales, y, lo que es más extraño, con la del mismo sexo femenino. A todos nos han dicho que hay que ser muy hombre, y nadie se ha cuidado de explicarnos con serenidad lo que esto significa, ni los padres, ni el pedagogo, ni el cura.”; y en cuyo segundo ejemplo, Amiel, nos enseña muchas cosas que debería adoptar un verdadero hombre viril, expresando que Amiel “de una parte, [tiene] su virilidad, perfecta”, lo cual “le impulsa a conocer los misterios” del amor “para continuar tranquilamente [sus] estudios de psicología femenina!” logrando así, a los 39 años conocer el amor físico, mediante “la pérdida de su virginidad [la que] no representa nada trascendental para él, porque tiene, sin darse cuenta, a la conciencia profunda de su capacidad. No se cree superior ni se engríe vanidosamente, como los mozalbetes del bachillerato [los jóvenes], por haber tenido una amante. Su hombría, después del buen suceso, no ha aumentado ni en un adarme más. “, a pesar de haberse dado cuenta antes “de que sería capaz de amar perdidamente, pero sólo cuando encuentre la mujer que responda a sus sueños.”, escribiendo después de su encuentro sexual: “¿Cómo debo llamar a la experiencia de hoy? ¿Es una decepción? ¿Es una borrachera? Ni lo uno ni lo otro. Por primera vez he tenido un éxito en amor y, francamente, al lado de lo que la imaginación se figura y se promete, la realidad es poca cosa.”; pero, para comprender esto debemos saber que “Amiel fue, en efecto, un hombre frustrado por el cáncer de la timidez”, gracias a que él fue uno de esos hombres que vivía en “el mundo de las ideas” –absolutamente racional, inmutable, perfecto –con respecto al amor; agregando así Marañón que “el ideal femenino, como todos los demás ideales, no se nos da nunca hecho; es preciso construirlo; con barro propicio, claro está, pero lo esencial es construirlo con el amor y el sacrificio de todos los días, exponiendo para ello, en un juego arriesgado, a cara o cruz, el porvenir del propio corazón.” Por lo que luego diría: “Mientras persistan las trabas de la vieja moral y de los prejuicios sociales; mientras la preparación para el matrimonio sea un largo noviazgo, comprometedor para la juventud, y a veces para la buena fama de la mujer, estas dificultades son casi insuperables; y es, por ello, obra del puro azar el hallazgo de la media naranja, aun para aquellos hombres que la buscan desde lo más profundo de su instinto. La mayoría se tiene que contentar con la mitad de otra naranja cualquiera”. Logrando después una distinción del tipo de mujer del Don Juan, la que “es siempre una mujer indiferenciada, sin personalidad, sexualmente anónima, como doña Inés, la mojigata gazmoña y linfática.”, y también “las mujeres que se enamoran de Amiel eran tipos de instinto muy diferenciado, mujeres con su nombre y apellido, con su documentación biológica en regla, de espíritu exquisito: quizá de físico mediocre y de indumentaria inelegante”; por lo que considero que citando el libro Reglas y Consejos de Cajal – el que cito desde el libro de Gregorio Marañón: Radiografía de un liberal de Antonio López Vega, gran conocer Marañoniano y culpable de que yo esté en la ambición de leer más del autor -, “dada la enorme influencia [que] este discurso […] tuvo sobre el pensamiento de Marañón merece la pena ser reproducida las cualidades que debería de atesorar la compañera del científico, [algo que es realmente deseable y envidiable por cualquier hombre de ciencia o letras, pienso yo]: Como normal general […], más que belleza y caudal, [debe tener] adecuada psicología, esto es: sentimientos, gustos y tendencias, en cierto modo, complementarios con los suyos […]. [Su] mejor dote será la tierna obediencia y la plena y cordial aceptación del ideal de la vida del esposo. [Aquí me atrevo a agregar que en la actualidad también los papeles se podrían invertir, pero, en este caso hablo desde una proyección masculina, como un autoanálisis a la complejidad del interior]. […] No queda, pues, a nuestro sabio en ciernes, como probable y apetecible compañera de glorias y fatigas, más que la señorita hacendosa y económica, dotada de salud física y mental, adornada de optimismo y buen carácter, con instrucción bastante para comprender y alentar al esposo, con la pasión necesaria para creer en él y soñar con la hora del triunfo […]. Cifrará su orgullo en la salud y felicidad del esposo. El cual […] hallará en el hogar ambiente grato, propicio a la germinación y crecimiento de las ideas […]. ¡La gloria!... La esposa modesta la merece también, porque, gracias a sus abnegaciones, sacrificando galas y joyas para que no falten libros y revistas, consolando y confortando al genio en horas de desaliento, hizo al fin posible la ejecución de la magna empresa.” Una magna empresa que no se podría lograr si es que –como dice Marañón - “no hay amor elevado ni hay amistad sino después de largos años de trato recíproco, y en cambio no hay deseo que resista a una convivencia un poco prolongada.” Lo cual me conduce a citar un fragmento de su discurso en la Academia Peruana de la Lengua, en su visita a Lima, por la riqueza que encierra la importante comunicación entre dos personas, de yo a tú y de tú a yo, donde expresa que: “Entre los atropellos lamentables de la vida febril [del amor –agregado personal–] de nuestros días están esas dos artes que parecen vulgares porque disponen de ellas cualquiera, sin licenciatura ni doctorado, pero cuya excelencia está reservada a poquísimos: se llama la epístola y la conversación. La prisa, supremo taumaturgo de nuestros días, transformadora y hada de la vida, creadora de todos los modernos adelantos –porque todos están, como esclavos, a su servicio –, ha hecho cada día más difícil esas dos artes, o tal vez, sería más exacto decir, esas dos facetas de un arte único, mediante el cual los hombres tratan de entenderse directamente, sin escenario ni espectadores, sin cronómetro y sin resonador; sino, por el contrario, a través de la vía, directa y solitaria, que une entre sí a los corazones”. Y la pregunta es: ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Fácil, a muchas cosas interesantes que pueden salir de la reflexión de la vida personal; pero, siendo las 07:40 horas del mismo día, me estoy muriendo de sueño, y aunque quisiera seguir escribiendo, ya tengo el cerebro apagado, durmiendo; por eso, por ahora, mejor voy a darle descanso a mi cuerpo para luego seguir escribiendo…

Bien, después de dormir medio tiempo de sueño recomendado por los médicos para la buena salud, vuelvo a retomar la idea de compartir reflexiones en base a lecturas que pueden ayudar a ampliar la mente del ser, contribuyendo así con uno mismo, a ese encuentro con el ser uno mismo… Por lo que ahora quisiera continuar, citando al Profesor Analfabeto de Gamaliel Churata en Resurrección de los Muertos: “Y díranlo voces que son de andantes asememos por él pienso, que si pinso yo no pienso, así con rozna me roznen [así me roa la rozna de] los pedantes”… - y por lo que pensarán que tengo faltas ortográficas en la cita anterior, pero no, no es así, y no es mi problema, pero sí me preocupación: - “si la inteligencia sobrenatural nunca pudo tomar contacto con esta realidad, es sólo porque la inteligencia es un supuesto dialéctico y no un fenómeno de la fisiología del hombre. Sólo así se explican los grados de ignorancia –que caracterizan a hombre con relación a los demás animales del planeta –en los problemas fundamentales de la materia”; por lo que, considero que después de ver que la inteligencia no es tomada como parte del ser, por muchos hombres en el transcurso de la historia, se podría usar la cita de uno de los poemas más famosos de Vallejo: “Hay golpes en la vida tan fuertes… Yo no sé!” y mirándonos al espejo del comentario de los otros, citando a Neruda, al cegarnos de una forma tan egocéntrica, que terminamos inconscientemente diciéndonos frente al espejo: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente y me oyes desde lejos y mi voz no te toca”, hasta coger palabras de Jorge Luis Borges: “Convencidos de caducidad por tantas nobles certidumbres de polvo, promete o prefigura la deseable dignidad de haber muerto.”, quedándonos así sin táctica ni estrategia para con nosotros mismos, llegando a robar un trozo de canción a Fran Perea: “Me miro en el espejo y allí no estoy yo”, por causas que Benedetti diría: Mi corazón acobardado sigue inventando valor, abriendo créditos, tirando cabos sólo a la siniestra, aprendiendo a aprender”; lo que quizás podría ser el detonante para contemplar con una visión donjuanesca a las palabras de Girondo sobre determinadas mujeres: “Las chicas de las Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.”, impulsando así al corazón a un grito Sabinesco, con dos estilos diferentes, la de Joaquín Sabina: “De sobra sabes que eres la primera per no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera, y sin embargo, un rato cada día te cambiaría por cualquiera”; o al estilo Jaime Sabines: “Me encanta Dios, es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de manos. […] Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.”, el cual podríamos usar como acción de reconocimiento y gracias para dar ese grito tan esperado, después de una rigurosa compaginación con nuestros ideales al estilo Cajal, mirándola a los ojos: “No es que muera de amor, muerto de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma de ti y de mi boca y del insoportable que soy sin ti.”, lo que quizás se podría contradecir con palabras de Turguénev, en palabra de dos personajes en Primer Amor –Petrovich y Nicolayevich: “Mi primer amor, en efecto, fue poco corriente.” y “No tuve un primer amor. Empecé directamente con el segundo.”; por lo que me atrevería a citar a Lorca: “Hay dulzura infantil en la mañana quieta”, porque el amor de una u otra forma hace que tengas cierto retorno a la inocencia, a la pureza del ser, a la sinceridad de decir las cosas sin ánimos de causar daño alguno y con absoluta confianza pero sin olvidar que el amor es el bien supremo de todo hombre, un bien que no puede remplazarse con ninguna otra forma porque el amor es uno y uno es uno porque se tiene vida, una vida que se debe vivirla para existir. Y por tanto, por ese amor no podemos dejar de creer, como hombres, que las princesas [las mujeres] son de barro, tan real, tan humanas como Dios las ha creado… y debemos valorarlas como tal, tan igual como nos valoramos.

Y por lo expuesto aquí, no vayan a pensar que menosprecio el valor de la libertad de visión o pensamiento de los demás hombres, como diría el texto final del documental Gregorio Marañón – Médico, Humanista y Liberal, el que está colgado en Youtube: ser liberal es estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y no admitir jamás que el fin justifica los medios, por lo que quisiera terminar citando a mi madre, haciendo mención a un famoso dicho que es muy citado en nuestras conversaciones: “En gustos y colores no discutieron los autores, mucho menos los habladores, así que yo no pienso discutir contigo”… Espero que les haya gustado el despilfarro de mi tiempo en el aprovechamiento de no haber dormido como es debido y siendo las 16:35 horas doy por finalizado este dizque artículo que me alegra de haber escrito como confesando un poco, lo poco que aún pienso y conozco!

NOTA: Como diría Girondo en Espantapájaros 1: "No perdono bajo ningún pretexto -con palabras mías- que piensen que trato de decir que soy perfecto, porque al contrario tengo más defectos que tú! :P

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